domingo, 30 de septiembre de 2012

La cometa, el pretexto para una crónica.



En la vida existen pocos deberes que gozan del privilegio de hacerte sentir ansioso y emocionado por llevarlos a cabo, como si fueras un niño que espera la llegada de la noche de navidad para abrir su regalo. Esa sensación de inquietud por la espera de un suceso solo aparece cuando deseas hacerlo realmente, por que sabes que se disfrutará plenamente y el carácter de cumplimiento pasa a ocupar un segundo plano.

Así precisamente fue la sensación que experimenté cuando el profesor nos invitó a encontrarnos para poner por los aires una cometa. Pero no sería una cometa cualquiera de esas que encontraría a la venta junto al semáforo de alguna esquina de esta ciudad y que obtendría sin mayor contratiempo a cambio de algunos pesos, debía ser una que resultara del trabajo de mis propias manos y que dibujara lo que mi imaginación quisiera plasmar en cuanto a su forma, color, material y tamaño. El cosquilleo de ansiedad que me generaba la idea de elevar una cometa por mi misma, resulta de un largo proceso que matiza los recuerdos de mi infancia junto a diversas personas, entre quienes se encontraban familiares y amigos, que se encargaron de hacerme ver que elevar una cometa era parte de una tradición muy sería, que requiere mucha dedicación y precisión para juntar perfectamente cada trozo de madera y añadir el papel multicolor, para saber el momento justo en el que debes dejarla llevarse la cuerda de tus manos o por el contrario sostenerla para darle impulso; y que esa misma tradición se torna de los mas divertido y satisfactorio cuando tu y tus amigos ven volar estos artefactos q antes de pasar por tus manos fueron elementos sueltos e inertes. Producto de ese acontecer de Agosto tras Agosto a lo largo de mi infancia, se generó en mi un gusto enorme y una admiración por todo el arte y la diversión que envuelve un objeto tan sencillo como lo es una cometa, comenzando desde el instante en que se concibe la idea de su diseño, pasando por la dedicación que se le imprime a su elaboración hasta llegar a ese mágico momento en que la ves levantar vuelo por si misma, felicitándote por tan buen trabajo hecho sobre ella.

Mientras el profesor comenzaba a descifrar a su salón de clase sus intenciones para con nosotros y estos fantásticos elementos, mi mente se remontaba a aquellos momentos de infancia, añorándolos mágicamente, trasportándolos a mi ahora e ilusionándome con lo que seria una oportunidad para recordar viejos tiempos y volver a disfrutar de la mano de una cometa que, tal como lo hice por primera vez y única vez cuando tenía 13 años, yo misma construiría a mi imagen y semejanza. Durante esos pocos segundos que transcurrían desde que el profesor inició la exposición de su idea de cometas, todo en mi mente fue una sobrecarga de recuerdos e ilusiones, y una película completa era proyectada en mi cabeza visualizando lo que sería tan grandioso día en el que dejaría ver a mis compañeros de clase, amarrada a mi mano y volando bien alto, lo que se llama una verdadera cometa. Sin embargo, tan de repente como lo que tarda una frase en ser pronunciada, todo este divagar de recuerdos e ilusiones se convirtió en preocupación y miedo a causa del requerimiento que el profesor había procedido a enunciar: “No vayan a hacer la típica cometa con forma de asterisco, quiero que sean creativos y hagan una cometa nunca antes vista”. Y es que si no fuera por mi gran deficiencia para crear cosas raras o ingeniar algo diferente, seguramente mi mente hubiese continuado volando por los aires, imaginando formas raras y colores bien combinados para mi cometa. Sin embargo, cada vez que he sido llamada a innovar o crear algo diferente, veo como mi mente se bloquea y no produce resultado alguno. Me preocupaba el hecho de tener que refundir en mi cerebro ideas únicas para mi cometa y saber que saldría de ese acontecer con las manos vacías y sin ningún diseño único para mi cometa.


Los días posteriores transcurrieron sin mayor acontecer, marcados únicamente por intentos aislados de imaginar una forma novedosa para mi cometa y que por supuesto volara. Así que sabía que definitivamente debía buscar externamente un diseño novedoso, empecé a preguntarle a amigos cómo sería una cometa fantástica a mirar en papa google toda esa cantidad de diseños tan fantásticos que han elaborado, la cometa, un tema que me logró poner cabezona muchos ideas fue curioso ver cómo algunas personas valoraban el hecho de que tuviera que elaborar una cometa para una clase en la universidad, me decían, ¿ustedes no están muy grandes para perder el tiempo haciendo cometas? Y yo pensaba acaso el elaborar y lograr que vuele un artefacto es cuestión de edad, a mi la idea me parecía fantástica porque aparte de que podía poner a trabajar mi imaginación que a veces dura tantos días sin ponerse en marcha, iba a poder  volarla junto con las demás creaciones de los demás compañeros.
El plan se puso en marcha y empecé a conseguir los instrumentos para llevarla la idea a físico, los fui comprando poco a poco, y sabía que debía sacarle como mínimo dos días libres para crear mi aparato volador, así que adelante tareas, y le saqué el espacio a mi cometa, la elaboración fue fantástica ya que fue ella en un espacio lleno de música, de alegría de mucho mucho color cómo suele ser todo lo mío, es más a veces me da la impresión de que se va la mano con el color, todo lo mío es muy muy colorido. Así que esa cometa estaba quedando muy colorida bastante alegre y nada discreta, digo quedando hasta la semana que le escuche decir a Wilson que debíamos elevarla el viernes a las 3:00 p.m, esa era la cita, sentí que todo se me vino encima y dije, pero por qué el viernes, por qué a esa hora, no podía ser coincidencia ya que a esa hora tenía que presentar un supletorio, me llené de tanta tristeza por qué estaba muy ilusionada no solo por llevarla a la uis cómo quien muestra un juguete cuando lo está estrenando sino el poder ver el juguete de los demás compañeros, supongo que fue una tarde agradable lo cuentan las fotos, con las que me tuve que conformar para saber cómo fue esa tarde de vuelo, y bueno tal vez te preguntarás que pasó con mi cometa, pues allá sigue en el rincón de una de las esquinas de mi cuarto, esperando ser terminada, cada vez que mi madre me pregunta, Juliana votó esa cosa que tiene amontonada, yo le digo no, déjala la voy a terminar para que deje de parecer cosa y se pueda llamar cometa, mi cometa.


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