En la vida existen pocos deberes que
gozan del privilegio de hacerte sentir ansioso y emocionado por llevarlos a
cabo, como si fueras un niño que espera la llegada de la noche de navidad para
abrir su regalo. Esa sensación de inquietud por la espera de un suceso
solo aparece cuando deseas hacerlo realmente, por que sabes que se disfrutará
plenamente y el carácter de cumplimiento pasa a ocupar un segundo plano.
Así precisamente fue la sensación que
experimenté cuando el profesor nos invitó a encontrarnos
para poner por los aires una cometa. Pero no sería una cometa cualquiera de
esas que encontraría a la venta junto al semáforo de alguna esquina de esta ciudad
y que obtendría sin mayor contratiempo a cambio de algunos pesos, debía ser una
que resultara del trabajo de mis propias manos y que dibujara lo que mi
imaginación quisiera plasmar en cuanto a su forma, color, material y tamaño. El cosquilleo de ansiedad que
me generaba la idea de elevar una cometa por mi misma, resulta de un largo
proceso que matiza los recuerdos de mi infancia junto a diversas personas,
entre quienes se encontraban familiares y amigos, que se encargaron de hacerme
ver que elevar una cometa era parte de una tradición muy sería, que requiere
mucha dedicación y precisión para juntar perfectamente cada trozo de madera y
añadir el papel multicolor, para saber el momento justo en el que debes dejarla
llevarse la cuerda de tus manos o por el contrario sostenerla para darle
impulso; y que esa misma tradición se torna de los mas divertido y
satisfactorio cuando tu y tus amigos ven volar estos artefactos q antes de
pasar por tus manos fueron elementos sueltos e inertes. Producto de ese
acontecer de Agosto tras Agosto a lo largo de mi infancia, se generó en mi un
gusto enorme y una admiración por todo el arte y la diversión que envuelve un
objeto tan sencillo como lo es una cometa, comenzando desde el instante en que
se concibe la idea de su diseño, pasando por la dedicación que se le imprime a
su elaboración hasta llegar a ese mágico momento en que la ves levantar vuelo
por si misma, felicitándote por tan buen trabajo hecho sobre ella.
Mientras el profesor comenzaba a descifrar
a su salón de clase sus intenciones para con nosotros y estos fantásticos
elementos, mi mente se remontaba a aquellos momentos de infancia, añorándolos
mágicamente, trasportándolos a mi ahora e ilusionándome con lo que seria una
oportunidad para recordar viejos tiempos y volver a disfrutar de la mano de una
cometa que, tal como lo hice por primera vez y única vez cuando tenía 13 años, yo
misma construiría a mi imagen y semejanza. Durante esos pocos segundos que
transcurrían desde que el profesor inició la exposición de su idea de cometas,
todo en mi mente fue una sobrecarga de recuerdos e ilusiones, y una película
completa era proyectada en mi cabeza visualizando lo que sería tan grandioso
día en el que dejaría ver a mis compañeros de clase, amarrada a mi mano y
volando bien alto, lo que se llama una verdadera cometa. Sin embargo, tan de
repente como lo que tarda una frase en ser pronunciada, todo este divagar de
recuerdos e ilusiones se convirtió en preocupación y miedo a causa del
requerimiento que el profesor había procedido a enunciar: “No vayan a hacer la
típica cometa con forma de asterisco, quiero que sean creativos y hagan una
cometa nunca antes vista”. Y es que si no fuera por mi gran deficiencia para
crear cosas raras o ingeniar algo diferente, seguramente mi mente hubiese
continuado volando por los aires, imaginando formas raras y colores bien
combinados para mi cometa. Sin embargo, cada vez que he sido llamada a innovar
o crear algo diferente, veo como mi mente se bloquea y no produce resultado
alguno. Me preocupaba el hecho de tener que refundir en mi cerebro ideas únicas
para mi cometa y saber que saldría de ese acontecer con las manos vacías y sin
ningún diseño único para mi cometa.
Los días posteriores transcurrieron sin
mayor acontecer, marcados únicamente por intentos aislados de imaginar una
forma novedosa para mi cometa y que por supuesto volara. Así que sabía que
definitivamente debía buscar externamente un diseño novedoso, empecé a
preguntarle a amigos cómo sería una cometa fantástica a mirar en papa google
toda esa cantidad de diseños tan fantásticos que han elaborado, la cometa, un
tema que me logró poner cabezona muchos ideas fue curioso ver cómo algunas
personas valoraban el hecho de que tuviera que elaborar una cometa para una clase
en la universidad, me decían, ¿ustedes no están muy grandes para perder el
tiempo haciendo cometas? Y yo pensaba acaso el elaborar y lograr que vuele un
artefacto es cuestión de edad, a mi la idea me parecía fantástica porque aparte
de que podía poner a trabajar mi imaginación que a veces dura tantos días sin
ponerse en marcha, iba a poder volarla
junto con las demás creaciones de los demás compañeros.
El plan se puso en marcha y empecé a
conseguir los instrumentos para llevarla la idea a físico, los fui comprando
poco a poco, y sabía que debía sacarle como mínimo dos días libres para crear
mi aparato volador, así que adelante tareas, y le saqué el espacio a mi cometa,
la elaboración fue fantástica ya que fue ella en un espacio lleno de música, de
alegría de mucho mucho color cómo suele ser todo lo mío, es más a veces me da
la impresión de que se va la mano con el color, todo lo mío es muy muy colorido.
Así que esa cometa estaba quedando muy colorida bastante alegre y nada
discreta, digo quedando hasta la semana que le escuche decir a Wilson que
debíamos elevarla el viernes a las 3:00 p.m, esa era la cita, sentí que todo se
me vino encima y dije, pero por qué el viernes, por qué a esa hora, no podía
ser coincidencia ya que a esa hora tenía que presentar un supletorio, me llené
de tanta tristeza por qué estaba muy ilusionada no solo por llevarla a la uis
cómo quien muestra un juguete cuando lo está estrenando sino el poder ver el
juguete de los demás compañeros, supongo que fue una tarde agradable lo cuentan
las fotos, con las que me tuve que conformar para saber cómo fue esa tarde de
vuelo, y bueno tal vez te preguntarás que pasó con mi cometa, pues allá sigue
en el rincón de una de las esquinas de mi cuarto, esperando ser terminada, cada
vez que mi madre me pregunta, Juliana votó esa cosa que tiene amontonada, yo le
digo no, déjala la voy a terminar para que deje de parecer cosa y se pueda
llamar cometa, mi cometa.